domingo, 2 de febrero de 2014


VISIONES FILOSÓFICAS
La mujer en nuestro imaginario mágico

LOS DOS PRINCIPIOS cósmicos eternos, el bien y el mal, que rigen la marcha de la tierra y los seres vivientes que la habitan desde la visión filosófica maniquea, también se manifiestan en el imaginario mágico-religioso peruano.

Existen corrientes filosóficas y concepciones populares que aconsejan buscar que agradar a estos dos principios que castigan, hacen padecer o, por el contrario, protegen o gratifican  a los que creen en ellos. 

En esta idea la mujer aparece muchas veces como un ser perverso y de malas artes, encarnando así el principio del mal y en otras como un ser sublime y noble, capaz de los más grandes sacrificios, que encarna el principio del bien.

Seres que, por su calidad de tales, son reverenciados, temidos e imitados por igual por  las personas cercanas a ellos.

En el antiguo Perú, escribe Maritza Villavicencio en el libro Divina y humana: La mujer en los antiguos Perú y México, las mujeres fueron poderosas, mágicas y míticas. La naturaleza femenina, asociada a la misteriosa potencia de la creación de la vida, fue exaltada hasta el estatus de lo divino. 

Endiosada su capacidad reproductiva, continúa, la matriz de las mujeres, origen de los seres humanos, se vinculó mágicamente con las profundidades de la tierra, espacio donde germinan las semillas, y con el mundo marino, hábitat de la flora y fauna oceánicas. Así, el principio de la vida tuvo atribuciones femeninas profundas y oscuras, registradas en la enigmática asociación entre la oscuridad, la noche, la Luna, tierra y la mujer, anota Villavicencio.

Por eso, no es de extrañar que en el texto Kay Pacha “Tradición Oral Andina” se dice que una mujer que vivía en un rincón de piedra en una pampa, que no era otra que la nieve (madre del granizo), protegió a un comerciante de Camara, extraviado en una cumbre, escondiéndolo en un tinajón para que el granizo no lo matara. 

Estos casos tienden a mostrarnos cómo el principio del bien se presenta en una mujer, pero hay otros en los que el principio del mal se muestra palmariamente en una mujer. Como el de la sirena que se lleva anualmente a un hombre, ahogándolo en el río Huallaga, que atraviesa las provincias de la región San Martín.

Es sintomático el temor y casi culto supersticioso que le tienen los pobladores del distrito del Sauce de San Martín a este personaje, al constatar  que tiene una estatua levantada en su honor en la plaza mayor del pueblo.  Otros casos son los de la “gringa” que se presentaba a los transportistas en Pacasmayo, cuya tumba se encuentra en el cementerio de la mencionada localidad, según cuenta la tradición oral de La Libertad; o de la mujer que se convirtió en una gigantesca serpiente que ascendió a los cielos para luchar contra las nubes y con sus hijos (la nevada, el granizo, el trueno y el rayo) destrozar las sementeras, como relata Hildebrando Castro Pozo en Nuestra comunidad indígena.

Como podemos apreciar, la mujer es en el imaginario mágico-religioso peruano no únicamente un ser, sino dos principios en eterna lucha que hacen dinámica y contradictoria la existencia humana.


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