VISIONES FILOSÓFICAS
La mujer en nuestro
imaginario mágico
LOS DOS
PRINCIPIOS cósmicos eternos, el bien y el mal, que rigen la marcha de la tierra
y los seres vivientes que la habitan desde la visión filosófica maniquea,
también se manifiestan en el imaginario mágico-religioso peruano.
Existen corrientes filosóficas y concepciones populares que aconsejan
buscar que agradar a estos dos principios que castigan, hacen padecer o, por el
contrario, protegen o gratifican a los que creen en ellos.
En esta idea la mujer aparece muchas veces como un ser perverso y de malas
artes, encarnando así el principio del mal y en otras como un ser sublime y
noble, capaz de los más grandes sacrificios, que encarna el principio del bien.
Seres que, por su calidad de tales, son reverenciados, temidos e
imitados por igual por las personas cercanas a ellos.
En el antiguo Perú, escribe Maritza Villavicencio en el libro Divina y
humana: La mujer en los antiguos Perú y México, las mujeres fueron poderosas,
mágicas y míticas. La naturaleza femenina, asociada a la misteriosa potencia de
la creación de la vida, fue exaltada hasta el estatus de lo divino.
Endiosada su capacidad reproductiva, continúa, la matriz de las mujeres,
origen de los seres humanos, se vinculó mágicamente con las profundidades de la
tierra, espacio donde germinan las semillas, y con el mundo marino, hábitat de
la flora y fauna oceánicas. Así, el principio de la vida tuvo atribuciones
femeninas profundas y oscuras, registradas en la enigmática asociación entre la
oscuridad, la noche, la Luna, tierra y la mujer, anota Villavicencio.
Por eso, no es de extrañar que en el texto Kay Pacha “Tradición Oral
Andina” se dice que una mujer que vivía en un rincón de piedra en una pampa,
que no era otra que la nieve (madre del granizo), protegió a un comerciante de
Camara, extraviado en una cumbre, escondiéndolo en un tinajón para que el
granizo no lo matara.
Estos casos tienden a mostrarnos cómo el principio del bien se presenta
en una mujer, pero hay otros en los que el principio del mal se muestra
palmariamente en una mujer. Como el de la sirena que se lleva anualmente a un
hombre, ahogándolo en el río Huallaga, que atraviesa las provincias de la
región San Martín.
Es sintomático el temor y casi culto supersticioso que le tienen los
pobladores del distrito del Sauce de San Martín a este personaje, al constatar
que tiene una estatua levantada en su honor en la plaza mayor del pueblo.
Otros casos son los de la “gringa” que se presentaba a los transportistas
en Pacasmayo, cuya tumba se encuentra en el cementerio de la mencionada
localidad, según cuenta la tradición oral de La Libertad; o de la mujer que se
convirtió en una gigantesca serpiente que ascendió a los cielos para luchar
contra las nubes y con sus hijos (la nevada, el granizo, el trueno y el rayo)
destrozar las sementeras, como relata Hildebrando Castro Pozo en Nuestra
comunidad indígena.
Como podemos
apreciar, la mujer es en el imaginario mágico-religioso peruano no únicamente
un ser, sino dos principios en eterna lucha que hacen dinámica y contradictoria
la existencia humana.
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