REEFLEXIONES
La difícil opción por una cultura de paz


Ricardo Verástegui López Periodista
EN TODAS LAS ÉPOCAS de la historia, el ser humano se ha acostumbrado a celebrar las muertes que causa a otros, considerados enemigos, por no compartir su modo de pensar y de actuar según sus intereses.
EN TODAS LAS ÉPOCAS de la historia, el ser humano se ha acostumbrado a celebrar las muertes que causa a otros, considerados enemigos, por no compartir su modo de pensar y de actuar según sus intereses.
En la mayoría de casos, surgen luchas fraticidas por intolerancia recíproca, es decir, porque cada una acusa a la otra de hacer peligrar la paz en nuestras sociedades y en nuestros países.
La experiencia nos muestra, sin embargo, que no son las guerras o matanzas garantías de una justicia que genere la paz y el buen vivir de los pueblos.
Aquí es pertinente hacer una acotación por demás necesaria: y es que la paz no puede significar simplemente la ausencia de guerra, así como la tranquilidad del orden público no significa que este orden sea justo y realmente democrático.
La paz, tal como lo señala un texto de la Federación Luterana Mundial –emitido en Francia en 1970–, “es un estilo de vida que encarna una humanización creadora. Es un proceso dinámico que debe desafiarnos. Exige la participación responsable de todos los que están comprometidos en una situación dada”.
Es evidente que este proceso exige de todos la tarea de educar para una cultura de paz, que es asumir una pedagogía que, como lo enseña Paulo Freire, implique el germen de una propuesta de cambios radicales que nos haga pasar de la conciencia mágica, o ingenua, a la conciencia crítica y de esta última a la conciencia política.
Voltaire, en una de sus cartas filosóficas, cita lo que dice un cuáquero sobre la guerra. La consignamos porque constituye un profundo llamado a la reflexión a la sociedad actual, cada día más intolerante e indiferente ante el dolor ajeno:
“Cuando, después de las batallas ganadas, Londres entera resplandece iluminada; cuando el cielo brilla con fuegos artificiales; cuando resuena en el aire el ruido de las acciones de gracias, de las campanas, de los órganos, de los cañones, nosotros nos lamentamos en silencio por esas muertes que causan la alegría pública” (Voltaire, Primera Carta, Sobre los Cuáqueros, 1733).
¿Llegará para la humanidad el día en que desaparezcan las guerras y toda forma de violencia, familiar o social? Construir una cultura de paz es un camino que está a la mano. Todo depende de nuestra voluntad.
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