LA NACIÓN PERUANA
Arzobispo Loayza, protector de los indios


ERNESTO NAVA CARRIÓN DIRECTOR DEL INSTITUTO DE PATOLOGÍA DE LA UNMSM
HOY, 25 de OCTUBRE, es una fecha muy importante para la Iglesia católica del Perú, pues se conmemora el 438° aniversario del fallecimiento del dominico fray Gerónimo de Loayza y Gonzales, primer obispo en 1543 y luego arzobispo en 1548 de Lima y del Perú. Desempeñó brillantemente su carrera eclesiástica durante 32 largos años.
HOY, 25 de OCTUBRE, es una fecha muy importante para la Iglesia católica del Perú, pues se conmemora el 438° aniversario del fallecimiento del dominico fray Gerónimo de Loayza y Gonzales, primer obispo en 1543 y luego arzobispo en 1548 de Lima y del Perú. Desempeñó brillantemente su carrera eclesiástica durante 32 largos años.
Este personaje histórico nació en la ciudad de Trujillo Extremadura (España) en 1498. Tomó los hábitos a temprana edad, para luego realizar docencia eclesiástica en los conventos de Valladolid y San Pablo de Córdova.
Conocedor de los malos tratos que sufrían los nativos americanos, se trasladó al nuevo continente y se estableció en la ciudad de Cartagena, donde fue elegido obispo en 1537, en reconocimiento a su ejemplar labor pastoral.
Organizó dos Concilios Limenses (1551 y 1567). El último fue el más importante, pues asistió la mayoría de obispos sufragáneos; los temas más destacados fueron los acuerdos del Concilio de Trento, además de tratar sobre los abusos a que eran sometidos los indígenas americanos.
Erigió la Catedral de Lima, la que inauguró en 1551. Interpuso sus buenos oficios para que el papa Paulo III emitiera una bula en la que reconocía a los naturales americanos como seres humanos.
La mayor preocupación de su existencia fue, pues, el bienestar del indígena, hasta esos momentos discriminado. Fundó el hospital de Santa Ana de los Naturales, donde se les prestó auxilio espiritual y material durante sus enfermedades.
Se le puede considerar precursor de la asistencia social en el Perú, pues, como arzobispo y fundador del hospital, dio sabias ordenanzas, una de las cuales reza así: “Dar dinero y comida al paciente que sale de alta, para que pueda retornar a su lugar de origen”.
Junto con otro dominico, fray Tomás de San Martín, creó escuelas para los hijos de importantes y caciques, las que antecedieron a la Universidad de San Marcos.
Llevó una vida sencilla y sacrificada por el bien de su prójimo.
De acuerdo con su deseo, sus restos fueron inhumados en el citado nosocomio, junto con sus “queridos indios”.
En el siglo XVIII se le trasladó a la cripta de los arzobispos, en la Catedral de Lima, donde reposa hasta la actualidad en una sencilla tumba.
La nación peruana está en deuda con este ejemplar clérigo, por lo que sugerimos que las autoridades de la orden dominica y eclesiásticas inicien los trámites para su beatificación y, posteriormente, su canonización, acción que constituiría un justo reconocimiento a su inconmensurable y virtuosa obra en bien del prójimo.
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