Guardianes del privilegio
El paro de hoy de la CGTP persigue
una agenda conservadora y antiinclusión
El paro convocado por
la CGTP tiene una agenda principalmente
conservadora. Así exige como puntos centrales la derogación de la Ley de la Reforma Magisterial y la Ley del Servicio Civil (LSC),
acaso las dos reformas estructurales más importantes a las que se animaron el
gobierno anterior y el actual, respectivamente.
A juzgar por las
declaraciones de sus representantes, la CGTP no quiere estas reformas ni, en
realidad, ninguna otra que pueda traer la rendición de cuentas, la exigencia de
resultados, la posibilidad de diferenciarse por el propio esfuerzo ni, en una
palabra, la meritocracia, a la vida de nuestras escuelas y oficinas públicas.
En línea con sus aliados –el Sutep y otros sindicatos estatales–, la CGTP está,
en ambas materias, tajantemente a favor del statu quo.
Pues bien, como
quiera que este statu quo protege solo los intereses de unas minorías –las de
los afiliados de los aludidos sindicatos estatales– en perjuicio de los
millones de peruanos a los que las escuelas estatales y en general el aparato
público existen para servir, la agenda de la CGTP es también, al tiempo que
conservadora, enemiga de la inclusión – o al menos de la inclusión de quienes
no tienen carnets sindicales.
Ciertamente, la
suya es una agenda enemiga de la inclusión de los que no pueden pagarse una
educación privada. En la última edición del Reporte Global de Competitividad el
Perú ocupa el puesto 135 de 148 países en la categoría de “calidad de educación
primaria” y el 134 de 148 países en la categoría que comprende a la educación
secundaria. De más está explicar cómo esto –el que los pobres estén condenados
a recibir de niños una mala educación que limitará de por vida sus
posibilidades profesionales– es una “injusticia social” como pocas.
Por otro lado, la
misma impronta de exclusión, en pro de la de intereses de unos cuantos contra
el del público general, marca el tema de la oposición a la LSC. Una ley cuyo
planteamiento más “radical” es que un funcionario pueda ser despedido si llega
a ser desaprobado en sus evaluaciones por dos años seguidos luego de haber
recibido la capacitación adecuada. Sin duda, la CGTP parece cotizar en muy poco
los derechos de los ciudadanos peruanos de dejar de recibir unos servicios
estatales que, con muy honorables excepciones, suelen contarse entre los peores
del mundo. No es por gusto que, según Ipsos, un 74% de la población aprueba que
los funcionarios públicos puedan ser despedidos dentro de los términos antes
descritos.
Es justo decir, por
cierto, que no todos los supuestos “protegidos” por esta agenda están de
acuerdo con ella. Ya en el gobierno anterior vimos cómo decenas de miles de
maestros se apersonaron a rendir las pruebas de ingreso a la carrera
magisterial aún en la cara de la oposición, muchas veces violenta, del Sutep.
Por otra parte, hay un enorme número de empleados estatales que hoy no tienen
ninguna clase de derechos laborales por pertenecer a regímenes especiales y que
recién accederían a ellos con la LSC a la que se oponen los privilegiados que
están en el régimen general. Aunque tampoco son todos los funcionarios del
régimen general los que se oponen, puesto que, igual que en el caso de los
maestros, hay muchos de ellos que quieren tener la oportunidad de poder
ascender en sus carreras en base a sus esfuerzos y rendimientos en lugar de
permanecer en un sistema donde uno puede hacer poca diferencia por sus ingresos
por mucho que se entregue a su trabajo.
Por lo demás, hay
que decir que aún donde la CGTP no está a favor del statu quo, está mostrando
este mismo interés por defender los privilegios de unos cuantos a costa de las
oportunidades de todos los demás. No puede leerse de otra forma que exija una
más gravosa legislación laboral en un país en el que una enorme mayoría de la
población tiene que trabajar en la informalidad.
En fin, con una
agenda así, conservadora, excluidora y defensora de privilegios de minorías, la
CGTP parece haber sido víctima de la maldición borgiana, acabando por parecerse
a la peor imagen del enemigo que escogió al nacer: la oligarquía.

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