Socialismo del siglo XXI,
Q.E.P.D.
Sobre la crisis política y económica de Venezuela y Argentina.
El “socialismo del siglo XXI” parece tener sus días contados.
Por lo menos en Venezuela y Argentina, los dos países que desde hace años
fungen como sus principales propulsores y que hoy ya no tienen cómo esconder el
desastre político, social y económico en el que su modelo de gobierno ha sumido
a sus naciones.
Empecemos dándole un vistazo a la situación de Venezuela.
Políticamente, el país pende de un hilo. Las manifestaciones contra Maduro son
pan de cada día y el gobierno no tiene empacho en reprimirlas cada vez de forma
más brutal. Esta semana, una marcha de estudiantes agrupó a 10.000 personas y
el gobierno ordenó a la policía atacarla sin reparos. Las autoridades llegaron
al extremo de arremeter violentamente contra mujeres y niños, e incluso a
disparar a quemarropa contra los manifestantes, causando con todo esto la
muerte de tres personas y numerosos heridos. El gobierno, además, ha ordenado
la captura del líder de la oposición Leopoldo López, pues no tiene problemas en
silenciar de manera descarada a sus críticos ya que al parecer es consciente de
que va a tener que llegar a niveles de represión cubanos para mantenerse en el
poder.
Por supuesto, no es esperable que esta situación encuentre una
salida democrática, por la sencilla razón de que Venezuela ya no es una
democracia. Hace buen tiempo el chavismo logró una reforma que le permitió el
control del Poder Judicial. El oficialismo, paralelamente, controla el Parlamento.
Sus miembros han llegado incluso a apagarle los micrófonos a la oposición en
las sesiones y a agarrar a golpes a los congresistas que resultan demasiado
molestos. Y la prensa libre, como todos sabemos, anda en vías de extinción.
La corrupción, además, ha permeado hasta lo más profundo. De
acuerdo con Transparencia Internacional, Venezuela es el país más corrupto de
la región y a nivel global el 160 de 177 naciones estudiadas.
A estos problemas se les suma la terrible situación de
violencia. Según las Naciones Unidas, tiene la tasa de homicidios más alta de
América Latina y la quinta más alta del mundo.
En el terreno económico, por su parte, hace tiempo estamos
presenciando un franco descalabro. Con el constante esfuerzo de sus
gobernantes, Venezuela ha logrado ocupar el deshonroso lugar del país con mayor
inflación en la región y uno de los tres con mayor inflación en el mundo. Por
supuesto, es bien sabido que los problemas económicos no terminan ahí. Los
ciudadanos tienen dificultades para conseguir leche, azúcar, medicamentos,
papel higiénico y otros productos básicos. Es usual que colapsen los servicios
públicos. El agua escasea y los cortes de luz son tan frecuentes que el propio
Chávez, cuando gobernaba, recomendaba a sus compatriotas usar linternas para ir
al baño de noche. Asimismo, la revista ‘The Economist’ ha calificado la
infraestructura médica venezolana como “podrida”.
La inversión privada, por otro lado, le corre a Venezuela.
Recibe aproximadamente solo la décima parte de inversión extranjera directa que
Chile, la quinta parte que Colombia y la cuarta parte que el Perú.
Asimismo, la empresa petrolera estatal (la gallina de los huevos
de oro de cuyos ingresos depende el 50% del presupuesto público y los programas
de subsidios sociales) ha sido prácticamente arruinada. A pesar de que se
benefició del ‘boom’ del petróleo de la década pasada, PDVSA redujo su
producción a menos de la mitad desde que el chavismo llegó al poder. Y, debido
a la escasez de ingresos estatales que esto supuso, el gobierno tuvo que
recurrir a la impresión de moneda que generó la inflación de la que hemos
hablado, y al sobreendeudamiento (llevando a Venezuela a tener el déficit
fiscal más alto de América Latina).
En Argentina las cosas están un poco mejor que en Venezuela.
Pero no tanto.La prensa libre cada día está más acorralada y la señora Kirchner
no tiene problemas en declarar sin pelos en la lengua que “a veces pienso si no
sería también importante nacionalizar [...] los medios de comunicación”.
Económicamente, la cosa es también muy dramática. Argentina
ostenta la segunda inflación más alta luego de Venezuela. La escasez campea. El
pan se ha vuelto un bien de lujo. La producción de carne y leche se ha desplomado.
El yogur, en las últimas semanas, ha aumentado su precio en 263%. Incluso, no
es posible encontrar kétchup ni varios otros productos importados. La señora
Kirchner, además, creyó que la forma de acabar con la inflación y la escasez
era congelar los precios de 500 productos por decreto y ordenar a los
supermercados venderlos. El evidente resultado: las góndolas siguen vacías.
Para colmo, el país debe US$10 mil millones de los préstamos que
recibió para salir de la bancarrota en el 2002, mientras que sus reservas
pasaron de US$30 mil millones a fines del 2012 a US$21 mil millones la semana
pasada.
¿Por qué fracasó el socialismo del siglo XXI en Venezuela y
Argentina? Pues por la misma razón por la que fracasó el socialismo del siglo
XX en cualquier otra parte del mundo: cuando el Estado atropella las libertades
civiles y económicas de los individuos, la sociedad, inevitablemente, se
estanca.