El peruano: transformador por naturaleza
Fueron los incas, de manera especial, los que no se quedaron de brazos cruzados, rendidos ante las escarpadas y altivas montañas que hacían multiplicar cualquier esfuerzo por trasladarse, por cultivar la tierra y vivir en condiciones dignas.
Para transformar ese mundo tan inhóspito, lo que hicieron fue desarrollar formidables sistemas de riego. Supieron, además, domesticar la llama y la alpaca y las convirtieron en sus más útiles aliados. Y aprendieron también a cultivar los tubérculos andinos que más se adaptaban a las condiciones climáticas y del terreno. Y allí donde las cordilleras parecían indomables, ellos, con su ingenio y su voluntad inquebrantable, lograron hacer florecer una cultura superior que nos dejó hasta hoy numerosos testimonios de lo que fueron capaces, como los viejos andenes que continúan siendo usados por los agricultores hasta hoy.
Y fueron esas circunstancias las que impulsaron a aquellos hombres y mujeres a unirse, a fundar una cultura basada en el cumplimiento del deber y el respeto del otro, porque tenían una clara noción de comunidad. Es que no había otra forma de salir victorioso ante el desafío que les imponía la naturaleza.
“Hay, hermanos, muchísimo por hacer”, dijo el buen Vallejo. Que esta frase sea para nosotros provocadora para que las próximas generaciones de peruanos nos miren con asombro y con orgullo: porque no nos rendimos ante las grandes montañas de nuestros días: la pobreza, el desempleo, la corrupción, la división y la inseguridad.
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