lunes, 30 de marzo de 2015

El peruano: transformador por naturaleza



En nuestra esforzada carrera hacia el desarrollo, los peruanos tenemos nuevos retos que nos exigen, entre otras cosas, mejorar nuestra educación para reforzar en nuestra gente actitudes propias de las sociedades que han logrado un nivel de vida sobresaliente.
Y una de estas actitudes que necesitamos desarrollar con urgencia es la capacidad transformadora; es decir, el no resignarnos a la realidad desfavorable que encontramos, sino más bien decir “eso hay que arreglarlo” y poner manos a la obra para cambiar esa situación. Ser transformadores es crear a nuestro alrededor un universo distinto, más amigable, donde la falta de caminos, colegios, hospitales, seguridad y oportunidades laborales deje de ser la eterna justificación de por qué no logramos nada.
Pero aquí viene lo interesante: si damos un vistazo a nuestra historia, encontraremos que los pueblos precolombinos que habitaron estas tierras desarrollaron una grancultura precisamente gracias a su capacidad de respuesta ante la agreste geografía en la que se encontraban. El impedimento lo transformaron en reto.
Fueron los incas, de manera especial, los que no se quedaron de brazos cruzados, rendidos ante las escarpadas y altivas montañas que hacían multiplicar cualquier esfuerzo por trasladarse, por cultivar la tierra y vivir en condiciones dignas.
Para transformar ese mundo tan inhóspito, lo que hicieron fue desarrollar formidables sistemas de riego. Supieron, además, domesticar la llama y la alpaca y las convirtieron en sus más útiles aliados. Y aprendieron también a cultivar los tubérculos andinos que más se adaptaban a las condiciones climáticas y del terreno. Y allí donde las cordilleras parecían indomables, ellos, con su ingenio y su voluntad inquebrantable, lograron hacer florecer una cultura superior que nos dejó hasta hoy numerosos testimonios de lo que fueron capaces, como los viejos andenes que continúan siendo usados por los agricultores hasta hoy.
Y fueron esas circunstancias las que impulsaron a aquellos hombres y mujeres a unirse, a fundar una cultura basada en el cumplimiento del deber y el respeto del otro, porque tenían una clara noción de comunidad. Es que no había otra forma de salir victorioso ante el desafío que les imponía la naturaleza.
¿Es, entonces, algo ajeno a nosotros la capacidad de transformar las condiciones desfavorables, de someter de una forma sustentable la naturaleza y enseñorearse en medio de la adversidad? ¿No será más bien que tenemos que recuperar estacualidad?
“Hay, hermanos, muchísimo por hacer”, dijo el buen Vallejo. Que esta frase sea para nosotros provocadora para que las próximas generaciones de peruanos nos miren con asombro y con orgullo: porque no nos rendimos ante las grandes montañas de nuestros días: la pobreza, el desempleo, la corrupción, la división y la inseguridad.

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